Nuestra justicia y unidad con Dios no tienen nada que ver con nuestros esfuerzos; fue una decisión llena de gracia y misericordia tomada por el Señor.
Romanos 3.21-26
Los versículos de hoy y muchos otros pasajes bíblicos nos dicen que Dios es justo. Lo que esto comunica es que Él es fiel a sus principios. También significa que Dios, que es santo y perfecto, no puede ser uno con un pecador. Por el contrario, “el alma que pecare, esa morirá” (Ez 18.4). Es un pensamiento aterrador para personas imperfectas como nosotros, ¿cierto?
Por eso nuestro Padre celestial proveyó una solución para toda la humanidad. Jesucristo, quien jamás pecó, tomó nuestro pecado sobre sí y murió en nuestro lugar, para que nosotros pudiéramos reunirnos con nuestro Creador. El Señor continúa siendo justo y santo, y somos declarados hijos justos de Dios. Como escribió Pablo en Romanos, nuestro Padre es “justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Ro 3.26).
Nuestra justicia y unidad con Dios no tienen nada que ver con nuestros esfuerzos; fue una decisión llena de gracia y misericordia tomada por el Señor. Nuestras buenas obras no nos ganarán el favor del Padre, porque toda persona peca inevitablemente. Pero la muerte del Señor Jesús hizo posible que quienes crean en Él disfruten de una relación personal con el Creador. Al final, es por la justicia y la misericordia de Dios que podemos unirnos con Él de nuevo.